Kamikaze o la banalización del horror…..

 

 

kamikaze

 

Cuando alguien trata de hacer una película tratando temas tan  delicados  y peliagudos como pueden ser el terrorismo debería pensárselo dos veces antes de meterse en el ajo. Digo esto porque ayer al acabar la proyección de esta joyita  salí frustrado  y tremendamente enfadado con el público, que cada vez más se conforma con menos y  con  nuestro cine. Sinceramente, desee que se acabaran las  subvenciones, lo desee porque sentí que el director se reía en mi cara. Kamikaze abusa de la mentira adornada. Una película vaga que  toma decisiones por el espectador y cuyo ejercicio moral lo hace ya el directoctor desde el minuto 1. Sinceramente, me cabrea ir al cine para recibir lecciones morales. ¿Por qué nos lo dan todo mascadito? Nos siguen tratando como a imbéciles y esto es un problema.

 

La validez de la representación en el relato.  Esto no es más que  dignificar  y tomar en cuenta las aguas donde uno se mete a nadar. Por supuesto, dignificar no significa ensalzar ni hacer héroe a nadie. Dignificar significa respetar el misterio de los personajes y de las personas. No juzgarlos. Ni ensalzarlos ni culpabilizarlos. Mostrar sus aristas, contradiciones, su luz y su oscuridad.  Pero, ¿Dónde radica el dispositivo narrativo en Kamikaze? En la taquilla. El director legitima su relato con la taquilla. No hay nada de verdad en todo lo que hace.  Utiliza la historia de un kamikaze de una manera superficial y estúpida.  Sensacionalista tal vez.  Creo que  es necesaria cierta humildad  y cierto amor a la verdad  para intentar aspirar al menos a investigar sobre la cabeza de un kamikaze kurdo. Y me pregunto¿Qué sabe el director de kamikazes kurdos? Absolutamente nada. Y cuando nos se sabe de algo es mejor callarse, o al menos, si se quiere investigar sobre ciertos asuntos, tratar de hacerse preguntas en vez dar por hecho.  Son temas lejanos, grandes y sobre todo, son temas que tienen muchos muertos detrás. Demasiados muertos para reírse de ellos tan alegremente con esta farsa.  ¿Qué posición tiene que tomar un creador a la hora de hablar de temas inefables, imposibles de haber sido vividos, como por ejemplo hablar sobre Auschwitz, o meterse en la cabeza de un terrorista kurdo? ¿Cómo se representa eso?

 

 

La moral como germen de la  mentira.   El ejercicio moral de la cinta  lo hace el director. El público sólo tiene que sentarse en la butaca y entretenerse un rato.En  hora y media se nos cuenta la historia de un terrorista bonachón que se convierte en un héroe.  Cuando se nos plantea esto no hay opciones, no hay preguntas, sólo sermón, un mensaje que viene a decir que los terroristas  también tienen corazón y son  muy simpaticotes ellos, claro que sí.   A mi me dan ganas después de ver la película  de invitar a un kurdo fanático fundamentalista   a nochebuena a que me cuente chistes. ¿Qué se puede esperar del creador de Los Serrano, después de todo? Cuando se gasta tanto dinero en estas propuestas siento pena por nuestro cine y por nuestro público.  La gente se lo paso pipa, eso si. Mas anestesia para no hacer frente a los vacíos existenciales/culturales/espirituales/ideológicos de nuestra época. Y al final  carcajadas  y alguna frase del tipo “ hay que ver que majete este kurdo eh” Es que todo el mundo sabe que los terroristas fundamentalistas son unos incomprendidos. ¿Por qué  se buscan tantos héroes? ¿Por qué nos  siguen envenenando con finales felices y mentiras?   Y lo que es aún peor. ¿Por qué pagamos para que nos mientan tan descaradamente a la cara?

 

Lo siento mucho señores/as pero realmente  dudo mucho de que los terroristas fundamentalistas  sean héroes, principalmente porque no tienen porque serlo. De hecho  es más interesante  que no lo sean.  Es más interesante al menos tratar de acercarse a esas cabezas y esos corazones, de una manera humilde, respetuosa y humana.  Es más incómodo dejar la cuestión moral al espectador.  La duda. Las preguntas y los límites entre lo bueno y lo malo.

 

La mentira es peligrosa. La película es un melodrama barato con final feliz.  Lo que no le perdono a Álex Pina es la desfachatez de utilizar ciertos temas y sensibilidades para hacer taquilla y aquí vuelvo a lo de antes. ¿Para qué haces esta historia? ¿Qué me quieres contar? ¿Qué lanzas quieres clavarnos? ¿a qué diana apuntas?

 

Nada, absolutamente nada. Una sarta de mentiras vestidas de melodrama hollywoodiense  y falso.  Y por supuesto ningún tipo de respeto por estos temas.

 

No nos engañas Álex Pina.  Tu película es simplemente una mentira más  y  un insulto al criterio y la dignidad artística.

 

 

Crónica de una tarde madrileña, entre bombas y revoluciones…

Unknown

Monto en el metro en dirección ciudad universitaria.  En menos de media hora me encuentro con dos personas pidiendo. Dos personas de a pie de calle, primero un padre de familia, vestido como tal, un hombre, un ciudadano como tú y como yo.   Con su colonia, sus zapatos, su chaqueta y su desesperación. Aquel hombre se disculpaba por si el hecho de pedir ayuda  pudiera molestar a algún viajero.  Se disculpaba por pedir ayuda.   Tres paradas más adelante una chica de 20 años nos contaba su historia. Traía consigo su dni y papeles que justifican su precaria situación.   Su mirada cargada de rabia y pena pedía ayuda también .  Por supuesto hubo viajeros que la ayudaron,  otros que al menos la escucharon con atención y  otros menos que se quedaban enfrascados en sus lecturas  como si nada  estuviera pasando. Éstos son los peores. Recuerdo un hombre que mientras todo esto estaba sucediendo   no levantaba ni tan siquiera la cabeza. Hay un ser humano en frente  pidiendo ayuda y él no se mueve, no levanta la cabeza de su estúpido libro.  ¿Dónde está el corazón?

Respiraba como si aquellos mendicantes  le incomodaran o  le molestaran.  Le están pidiendo ayuda señor. Al menos si no les da nada, escúcheles.  ¿ No se da cuenta que es  el país el que está pidiendo ayuda? ¿No se da cuenta que somos nosotros, que si no escucha las voces de nuestro tiempo no será capaz de reconocer lo que sucede?  No, siga leyendo   tranquilamente, como si nada de esto pasara. Vaya a su casa, confiado y tranquillo, a darle un beso a su mujer y a sus hijos. Levántese pronto  los sábados para ir al gimnasio, ahorre para una casa más grande, pero  no se le ocurra escuchar a las voces de nuestro tiempo. Pueden despertarle, pueden incomodarle, pueden recordarle que el futuro es incierto y desalentador, que quizá sus niños crezcan y vivan en un país lleno de ruinas donde los valores desaparecieron  y  sus esfuerzos habrán sido en vano, pues esos niños crecerán y vivirán con el corazón encogido. Como usted.  Insensibles ante la vida, ante el dolor, ante la injusticia y ante la calamidad. Se comerán el corazón como si fuera una hamburguesa, engordarán como vacas  y caminarán como borregos. No habrá voluntad.  Todo esto está empezando a pasar.  Por culpa de personas como usted . Y si, digo culpa con todas las letras.  No hablaré de la clase política o de los intereses de las altas esferas, estoy cansado y harto. Hablaré de nosotros, de usted, de mi, de la chica de 20 años que pide en el metro. Hablaré de como se están apagando los corazones, de como nos estamos desconectando de nosotros mismos, de lo que sucede y de los demás. Que diablos. Tenemos lo que nos merecemos.   Tanto mirar hacia otro lado nos está pasando factura.

Como dije, cuando pasaba todo esto, estaba sentado en un vagón de metro. Iba a la ciudad universitaria, a la sala de trabajo de una biblioteca para trabajar acreedores,  de Strindberg.  Antes de salir del metro la tercera escena tuvo lugar en frente de mis narices. Un hombre mayor  permanecía inquieto con sus maletas mientras acusaba al que tenía al lado de haberle robado las gafas de sol. El hombre de al lado extrañamente estalló en cólera y llamando la atención de todo el vagón aseguró gritando sospechosamente que no había robado nada. El hombre mayor, avergonzado por  todas las miradas del vagón desistió. Yo creo firmamento que  aquel hombre le robó  de verdad. Nos robamos entre nosotros descaradamente, no tenemos suficiente con los robos de  los de arriba que también lo hacemos entre nosotros.

Finalmente llegué a mi ensayo con la compañía, el cual transcurrió  sin incidentes   y provechosamente.  Al acabar nos dirigimos a la puerta y vimos que estaba todo el mundo agolpado. No nos dejaban salir. Había un aviso de bomba.  Por lo visto había un acto en la facultad de historia relacionado con la izquierda vasca independentista  y misteriosamente alguien había llamado para dar el aviso de bomba.  Permanecimos encerrados cerca de una hora sin poder salir por los riesgos que ello conllevaba. Finalmente no encontraron ninguna bomba como era de esperar. Imagino que algún descerebrado  de la extrema derecha llamó para acabar con el acto. Y así lo hizo. Ya tarde  traté de ir al centro para recoger algunos libros. Pero no pude. El centro de Madrid era la guerra. Disturbios por todos lados. Las salidas del metro estaban bloquedas.  Era la guerra, la manifestación de apoyo a lo sucedido en Gamonal  se convirtió en una batalla campal.  Los manifestantes, inspirados por el ejemplo, tomaron posiciones.  Cualquier acto de violencia por parte de éstos está completamente justificado.   ¿Que queda pues frente a tanta impotencia  y tanta calamidad? La guerra. Obviamente no pude ir al centro a por el libro y me fui a casa en metro. Al  montarme en el vagón otra vez esta extraña calma, la gente ocupada en sus libros, en sus asuntos, en sus planes , en sus sus sus,  hasta que en un momento dado una mujer del vagón estalló y grito ; en el centro hay una revolución, en el centro hay una revolución.   Y tenía razón.

La farsa del tiempo, cantando a la guerra…

 

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La historia es una enfermedad incurable. Las luchas cambian y los bandos se intercambian las banderas pero al final la historia está condenada a repetirse eternamente. Ya lo decía Nietzsche.  ¿Cómo sobrevivir a nuestra propia historia? Si entendemos que el  tiempo es cíclico y no lineal estaremos de acuerdo en  que lo que viene a continuación no es precisamente agradable.  Tanto en  el marco histórico como en el marco personal . La Historia   y nuestras historias   forman parte de lo mismo.  Los hilos que unen nuestra historia colectiva y nuestra historia personal son irremediablemente dolorosos.  No es extraño. El mundo está  en estado larvario. Me pregunto que pasaría se desplegáramos  nuestras alas y nos  despertáramos fuertes y renovados.  Si realmente tuviéramos el valor de exigir lo que nos pertenece por derecho . Si tuviéramos coraje todo este desastre sería diferente.  Vivimos en una época en que la violencia  es tabú, la ira se entierra y el dolor se anestesia.  Algunos psicólogos de la new age más recalentada  hablan de las «emociones malas » o emociones «tóxicas»  promoviendo un buenismo borreguil  que roza la negligencia. Nos hacen blandos  e irresponsables.   Destierran nuestro poderío y nuestra libertad.  Hacen que nos desconectemos de nuestra fuerza más primigenia, instintiva y transformadora.  Temen esa fuerza.  Si nos tomáramos realmente en serio y despertáramos  a lo que nos están haciendo y arrebatando y en consecuencia a lo que realmente somos empezaría el gran cambio.    Es cuestión de tiempo.  Creo firmemente que todo se repite.   No se repite porque sí,  por  un extraño conjuro o una extraña suerte que acompañó siempre a la humanidad. No. No se trata de una cuestión esotérica. La Historia se repite simplemente porque no ha sido comprendida. No hemos aprehendido  y sí,  lo escribo con h porque tiene que ver con  integrar e interiorizar ciertas  cuestiones importantes, cuestiones que pasan desapercibidas. Y esta ceguera es negligente.  Y estúpida también. Esta ceguera es nuestra condena a muerte. Nos merecemos lo que toleramos. Debemos despertar  los nervios, el corazón, la sangre, el pensamiento y las ganas de cambiarlo todo. Al precio que sea preciso.   Si el mundo despertara de su negligente sueño,  si el mundo fuera consciente de su fuerza, estoy seguro que  estremeceríamos el corazón de los injustos y poderosos, de los ladrones de aceite, de los devoradores de hombres…

Pasar del yo al nosotros. Declarar la guerra abiertamente y sin complejos. Basta de ser buenos y borregos . Tenemos hambre y sed y   es el momento para la lucha.

Sueños al borde del precipicio…

Hace diez años empecé a interesare por la interpretación y el teatro. Comencé mis estudios de interpretación en  una conocida escuela de Madrid. Más tarde entré en la universidad,  y dejé la escuela  para centrarme en mis estudios universitarios.  Por aquel entonces creía que un título universitario realmente valía algo. En aquel tiempo mientras estaba en la compañía de teatro de la universidad soñaba con hacer cine.  Dirigir buen cine. Aunque la interpretación siempre fue lo que más me gustó yo estaba en la carrera de audiovisuales para dirigir buen cine. Grandes sueños. Poca realidad y mucho  ímpetu.   Durante mis años universitarios me enamoré un par de veces y conseguí amar el teatro profundamente. La  vieja compañía de la universidad. El antiguo teatro de la residencia con su  gran piano de cola.  Tuve un maestro que más tarde sería mi amigo para  más tarde perderse entre las cosas que se pierden para no volver nunca.  Fue un gran maestro. Lo llevo dentro como todos los grandes maestros. Él acabó dejando el teatro por miedo a lo que le despertaba.  Algunos de mis compañeros de la vieja escuela decían que la vida en el teatro es dura,  no llegan los mejores , llegan los que mejor saben aguantar las temporadas arruinadas y los días aciagos, como diría el otro…

El caso es que ahora tengo 26 años y estoy escribiendo a escondidas desde un trabajo que no siento mío.  Siento un extraño miedo. Un ligero temor que me interroga y parece retarme. ¿Hasta dónde llegarás con esto?    Se que son tiempos difíciles y muy duros. Trabajar en lo que amas a día de hoy es un  milagro. Yo lo anhelo con toda mi alma, porque en el fondo se que todo el tiempo que paso sin poder hacerlo es tiempo perdido y que por primera vez en muchas años es la primera vez que siento que algo dentro de mí empieza a marchitarse.  No se cuanto aguantaré.  No me salen las cuentas.

Ahora recuerdo a mi antiguo maestro y amigo. Tengo grabada esa noche en la memoria. Él tenía por aquel entonces mi edad actual . Estábamos en un antro de la calle huertas fumando una sisha.  Mientras saboreábamos el tabaco hablábamos sobre nuestra última obra de teatro. Yo veía la desilusión y la desidia en sus ojos. Miraba hacía abajo y guardaba silencio. No lo comprendía . De pronto no tenía ganas de luchar. Él, que siempre ha tenido el escenario como espada.  Yo  sabía que estaba apunto de marcharse y dejarlo todo. Él no dijo nada aquella noche.  Hoy después de algunos años creo que se exactamente lo que le estaba pasando.  Él dio el alma por el Teatro y el Teatro le quito la suya.  Dio mucho y no recibió nada bueno. Más bien al contrario.  Le dolía demasiado el Teatro como para seguir intacto.  Cuando él dejo la compañía y se retiró  yo no  lo entendí. Le taché de cobarde. Hoy, después de tanto tiempo  he conseguido perdonarle. Hoy comprendo que es un camino duro y difícil lleno de retos y pruebas. Hoy, comprendo que amo el teatro, que lo llevo en la sangre y que por eso me duele tanto. Y que por eso, precisamente por ese amor fanático y ciego  siento que tengo pocas cartas más que gastar.  Pero todavía queda un esfuerzo más franceses.

Hay que seguir  intentándolo.  Una última vez. Aunque no haya oportunidades y los políticos  vendan nuestros templos.   Es necesario defender  lo nuestro. A dentelladas si es preciso.    Estas son las últimas cartas de las que dispongo.  Y voy a usarlas lo mejor que se.

S.D.G.

Notas al hilo «Comedia y sueño» …

Es posible que bajo el artificio teatral exista  la verdad. Es posible que bajo telones, sombras y lunas hechas de papel aún exista un hueco para la verdad dentro de la gran «mentira».  No puedo escribir sin dar las gracias a Juan Carlos Corazza y a todo su equipo. Gracias por vuestro tesón y por dejaros el alma en el escenario en cada una de las funciones.  Gracias por decir la verdad y tener la fuerza y el coraje necesario para ello. No pretendo hacer una crítica,  a caso  compartir reflexiones y emociones desordenadas que brotan después de formar parte del viaje propuesto por vosotros.  Imagino al poeta augurando su propia muerte  en el papel  y en cada palabra un grito desesperado contra un tiempo que se cierne oscuro y mortal con su propia gente.   Y es que no estamos tan lejos  del desastre.   El  Teatro dentro del Teatro . Una verdad oculta e inquieta que espera arañar el corazón del espectador. Tal vez alguna conciencia.  Tal vez,  haya servido para algo tanta sangre en la pluma.  Me pregunto, ¿Cómo se hace Teatro bajo  una tormenta de fuego, sangre e inconsciencia negligente?   Es de locos creer que bajo un cielo impasible  en un tiempo de locos las bambalinas despierten los impulsos y las verdades más puras y dolorosas. Tal vez después de todo  el Teatro sea un oficio de guerreros incansables.  Agonizantes de Dios y caballeros.  Y mientras tanto  sigue esta vieja danza macabra.  La guerra hoy silenciosa despertará un futuro atronador y entonces nos daremos cuenta de que nuestros refugios son apenas  casas de paja mojadas por una lluvia que no cesa. Y es posible que sea tarde. Es posible que el tiempo nos la haya vuelto a jugar escondiéndose detrás de  nosotros con su vieja sonrisa socarrona. Y el poeta se estremecerá   al contemplar su tiempo y entonces escribirá sobre lo que no conoce pero si sabe. Y los ladrones del pan y del aceite desearán no haber nacido para no ver en que han convertido a sus hijos, herederos de un futuro carcomido por las sombras y sin apenas restos de verdad.  El Teatro dentro del Teatro y el espectador devorado por las bestias y  todavía amedrentado saldrá a la calle  y respirará el aire de su tiempo. Más tarde volverá a casa  cansado y  vencido por un poeta asesinado hace ya algunos años pero vivo y valeroso.   La muerte parece entonces tan relativa e insignificante.  ¿Cómo era? Decían la letra con sangre entra y tenían razón.  La sangre en la pluma del poeta nos devuelve un reflejo incómodo.  Desde su propia sangre brotan las palabras y hacen temblar los cimientos de toda una sociedad.  Terrible pecado el ignorar la propia ignorancia.  Pobre de aquel que confía su seguridad a una choza de paja. Hoy sabemos que soplan fuertes vientos.   Lorca también lo supo. Pero no hay porque preocuparse.  La verdad nos ampara y por mucho que traten de silenciarnos, seguiremos luchando, aunque nos maten seguiremos vivos.   Seguid cavando nuestra fosa.  Nos levantaremos con derecho, amor, y verdad.  Al fin y al cabo, ya lo decía el poeta, prueba a enterrarme y verás como salgo…

Reflexiones al hilo del amor…

«No tenías que estar borracho para sentirte destrozado, para que te liquidase una mujer; pero podías sentirte destrozado y convertirte en un borracho. Durante un tiempo, especialmente si eras joven, podías pensar que te acompañaba la suerte; y a veces así era. Toda clase de estadísticas y de leyes entraban en acción para mantenerte en la inopia. Luego, una noche, la calurosa noche de un jueves de verano,tú te convertías en el borracho,tú estabas completamente solo en una habitación de alquiler, una habitación de tres al cuarto; y, por mucha experiencia que hubiese de noches similares, daba lo mismo; o era peor aún. Porque habías llegado a pensar que no tendrías que volver a afrontarlos. Lo único que podías hacer era encender otro cigarrillo, servirte otro whisky, mirar las paredes desconchadas a la busca de labios y de ojos. Lo que los hombres y las mujeres se hacían mutuamente era del todo incomprensible.» Bebedora de larga distancia Charles Bukowski

Hoy no escribiré sobre Teatro. Siento la gran necesidad de escribir unas palabras sobre lo que nos ocurre a todos. Me he levantado con el alma demasiado inquieta.  Quiero escribir sobre los encuentros y desencuentros, sobre esquemas rotos y acrobacias imposibles.   Hombres y mujeres caminamos juntos y compartimos  el sueño del amor, ese baile misterioso que nos toma y nos suelta sin tener mucho que ver con nuestra propia voluntad. Y eso produce dolor y sufrimiento y también produce alegría y gozo.  Hombres y mujeres caminamos hacia un entendimiento  mutuo.  Entendimiento que no creo que nunca se de. Creo que somos capaces de caminar juntos. De enamorarnos. De amarnos. Sin duda. Pero hay algo de inentendible en nuestras relaciones, siempre habrá misterio, puntos ciegos. Diferencias. Nos ayudarán a crecer o nos separarán. Sin duda .  Yo personalmente, no creo que nos debamos entender. Creo en el misterio que nos atraviesa y nos une. También nos separa y nos vuelve a unir.   A veces es díficil rendirse al misterio del otro y respetarle tal y como es. Con lo que tiene y lo que no. Con lo que es capaz de dar y con lo que nos duele de sus actos.

Estos días más que nunca son días de una incertidumbre avasalladora.    Hoy en día todo es rápido, los procesos de vinculación/desvinculación también.  Cuando pienso en las tiendas de divorcios express  francamente no se a dónde llegaremos.  Se  me remueven las tripas.  Siento ganas de gritarle a los padres de nuestro tiempo, preguntarles; ¿Acaso también nos habéis enseñado a banalizar con nuestro propio dolor, con nuestras propias heridas? ¿También nos habéis ensañado a lanzar el corazón lejos de nosotros? Simplemente  no puedo pensar en quién se separa como el que se come una hamburguesa,  no puedo pensar  en que una separación es un mero trámite más en un mundo loco, rápido y completamente negligente. Es cierto  que  se respira cada vez más miedo, vemos  relaciones fuertes y sólidas que se tronchan con una facilidad que asusta. En general vivimos en tiempos en que las parejas realmente felices y sólidas brillan por su ausencia.  Me pregunto ¿Por qué es tan difícil? Creo que  lo natural es amarnos y crecer.  Pero sin embargo siempre hay lobos en el camino. Supongo que hay que asumir que son tiempos duros para el amor.  Ya enunciaba Bauman con su  amor liquido que uno de los grandes miedos de los enamorados del siglo XXI es asumirse como tales, nombrarlo , poner el nombre  que lejos de etiquetar clarifica y ordena. Pero eso requiere valentía y entrega  independientemente de lo que nos sucede en el viaje. En definitiva vivimos tiempos en que apostar llega a ser duro  y  díficil porque  se respira el fracaso con mucha facilidad.  Es como si el mundo si estuviera rompiendo por la mitad, y en mitad de la tormenta¿quién tiene el valor para decir en voz alta  te elijo, te amo y camino contigo? Díficil. Yo personalmente elijo amar.  Ya saben lo que dice  un sabio, brindemos por el amor y sus fracasos, que el amor es eterno mientras dura.. lo demás vendrá sólo, afortunadamente tenemos el Teatro para lanzar interrogantes y tratar de comprender lo incomprensible, pero hoy prometí no hablar de Teatro.

Del intrusismo en el oficio escénico, invocando a Maiakovski…

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«Tenerse de pie en la roca de la palabra nosotros en medio del mar de silbidos y ultrajes.» Maiakovski

Subirse a un escenario no  es en cualquier caso una experiencia baladí. El Teatro ha tenido, tiene y tendrá  un componente sagrado en su práctica y ejecución. Los primeros hombres entendieron el Teatro como un lugar de reunión donde intentar explicarse el mundo,  y reverenciaban las historias, el relato, el texto, aceptando su valor sagrado, catártico y trascendente. Hoy en día y desde hace ya bastantes siglos se han ido desplegando distintas maneras y formas de hacer Teatro, distintas funcionalidades  relacionadas con la época y el lugar.  Es imposible eludir su carácter sagrado. El  espacio escénico actúa en todos los casos como un reflejo   de la verdad, incluso si ésta pretende enmascararse o  incluso si el hecho escénico carece de cualquier tipo de trascendencia o verdad,  el escenario se encarga de reflejar todo lo que esta ocurriendo en el momento.  El escenario pone a cada uno en su sitio.  El milagro del hecho teatral sucede o no.  Lo que ocurre en escena nunca miente. No hay lugar para la mentira o la máscara.   Hace poco asistí a una representación de Las Troyanas  en un espacio público en la calle.   Sentí vergüenza y pena.  Vergüenza porque  hoy en día parece que el público aplaude cualquier cosa.  En ese momento me acordé de Maiakovski y su tan necesaria bofetada al gusto del público. Sentí pena también por unos actores que eran aplaudidos por  gritar el texto.  Estamos tan acostumbrados a los gritos hoy en día que  escucharlos en un escenario no causa ningún tipo de efecto en nosotros.  Curioso. En la primera fila había una hilera de niños observando con su inocencia el espectáculo, todos  con sus manos en los oídos,  y es que ya se sabe  lo que dicen de los niños, que nunca mienten.  Y ellos que todavía no han sido demasiado corrompidos por los demonios de las costumbres de nuestra época, son portadores   de verdad, pureza e inocencia y por lo tanto son grandes  sabios .

Teatro a gritos, actores solos en escena.  Un desastre completo en el cual no me voy a detener más.  A lo que voy es que la gente debería pensarlo antes  de subirse a un escenario, debería pensar ¿por qué? ¿por qué me subo al escenario? ¿Qué necesidad tengo de subirme a un escenario?  ¿Puedo subirme a un escenario? Cada profesión tiene sus riesgos y sus sacrificios , también sus bendiciones y sus ventajas.  Pero de igual manera que no todo el mundo puede ponerse delante de un toro, no todo el mundo debería poder subirse a un escenario.  Lamentablemente parece que vivimos en la época del todo vale. Y el gusto del público esta demasiado dulcificado y dormido.  La calidad cultural en general nos hace tener menos hambre, necesitar menos de la cultura y entenderla cada vez más como algo que tiene que ver más con el entretenimiento  que con la reflexión y el despertar colectivo.  Y es que en los tiempos que vivimos hay que entretenerse de cualquier manera, y es justo ese de cualquier manera el que nos hace cada vez más perezosos , poco ávidos de nada, como anestesiados ante nuestro tiempo. Las sirenas cantan, pero cada vez quedan menos. Estoy convencido que la insatisfacción y la pereza espiritual que nos invade  tiene que tener un limite, un clik en el cual  el ser humano se da cuenta. Toma su vida y su tiempo y se pone en acción. Al menos, esa es mi esperanza, y yo seguiré luchando por eso, a través del tipo de Teatro que considero es el único  útil para la sociedad y la conciencia humana y declarando abiertamente la guerra a las formas de entretenimiento cultural   que cada vez son más invasivas, estériles y rancias y a su vez generan un público estéril y rancio también.

Debemos tomar nuestra vida y nuestro tiempo en serio, recuperar lo sagrado, el rito, el respeto  y trabajar muy duro.

 

Canción a los desheredados

Ayer volvía tarde a casa,  cerca de las 12 de las noche, soplaba una ligera brisa veraniega de esas que parecen darnos un respiro a todos, bueno, a casi todos. Como decía la canción, juntaba monedas para comprar cigarros. Con esto de la crisis los chinos ya han vuelto a vender cigarrillos sueltos,  treinta y cinco céntimos por un fortuna. Se venden caro los cabrones. Pero no queda otra y   tampoco fumo tanto como para comprarme un paquete entero.  El caso es que seguí caminando, necesitaba fuego y a apenas  a cincuenta metros lo encontré.  Me dió fuego una chica. Una chica del barrio de toda la vida.  Bastante guapa por cierto.  Pero ayer por la noche parecía ser la noche de los insomnes. ¿dónde había ido su belleza? Ni si quiera me reconoció. No es que nos conociéramos mucho pero nos conocíamos. No se  ni siquiera su nombre pero se quién es y dónde vive y que tiene dos hijos y un perro. Y se de su sonrisa.   Y se que ayer por la noche tenía el corazón encogido y el alma rota.  Y se que también estaba puesta hasta las cejas.   Completamente destrozada.  Su cara estaba hinchada y sus ojos completamente desencajados,   sus manos temblaban y su voz se pegaba al suelo. La mirada ¿Qué mirada? No había mirada, estaba completamente perdida.   Le dije gracias, ella no dijo nada y volvió con sus compañeros de faena a sentarse debajo del árbol y a pelearse con la noche.  ¿Por qué? Quiero decir, amo mi barrio, desde bien niño vivo aquí.  Tengo cariño a su gente. Soy su gente.   Se que aquí  la droga se sigue paseando  a sus anchas y  la veo coquetear con las nuevas generaciones con una libertad que asusta. De acuerdo. No son los años ochenta. No hay gente que aparece muerta bebiendo espejismos por la aguja , como diría el otro.  No , no hay caballo casi. Pero hay niños de 15 años pegando tirones  a los bolsos de las señoras que vienen cansadas de trabajar  a las once de la noche  con el gesto cansado  y los pies destrozados. A esos que pegan tirones, algunos les conozco y  a algunos incluso les tengo cariño. No hace mucho  sonreían. Ahora tienen 15 años y parece que han vivido cien.  A vuelta de todo.   Le dije gracias a aquella chica  y me marché. Tal vez me hubiera gustado preguntar  ¿ cómo estás? ¿ Por qué te haces eso? Tomate un vino y cuéntame.  Comparte tu cruz por un rato, tal vez yo también pueda compartir la mía. Tal vez si compartiéramos más,  todo sería diferente.

Pero no.  Obviamente no dije nada. Guarde silencio.  Contemplé su mirada, su cuerpo y sus manos hinchadas.  Aspire el humo del cigarro, y me fui de allí. Le dije gracias. Llegué a casa y me asomé a la ventana. Y de alguna manera extraña, di las gracias por vivir aquí.

 

Crónicas de un despertar…

individualismo

Estamos en guerra. Vivimos inmersos en una guerra silenciosa.   Nos adormecen con cualquier cosa. La televisión  es un foco de basura mediatizada y narcotizante  que nos hipnotiza  como a idiotas. La devoradora sociedad del espectáculo. Desgraciadamente todo es espectáculo, pero del malo.  Anestesia para el dolor. Muy occidental esto de poner parches y adormecernos para evitar confrontarnos con algo. Insisto. Esta indolencia rutinaria me pone nervioso, no entiendo como podemos estar tranquilos mientras afuera todo se derrumba. No llegaremos a las  armas, por supuesto que no.  Estamos demasiado dormidos para eso.  Esta manera individualista  nuestra tan contemporánea de  pensar que no estamos en riesgo, que todo va bien,  que mientras no me toque a mi la crisis no existe, es la que nos condena y nos anula como individuos. Olvidamos la responsabilidad con nuestro tiempo, con nuestros corazón, con nuestras cabezas y con nuestra alma.  Por supuesto que todos tenemos que pagar la hipoteca y llegar a fin de mes, por supuesto que tenemos que seguir adelante con nuestras vidas con determinación y constancia y con  cierta eficacia para conseguir cierta felicidad. Pero ¿qué estoy diciendo?Cierta felicidad, ¿me pregunto en que consiste la felicidad del hombre occidental?  Trabajar eficientemente 12 horas al día.  No digo que no haya que trabajar, por supuesto que hay que hacerlo. Pero y luego que, después que ocurre. ¿Qué ocurre cuando sales del trabajo y llegas a casa? Estás demasiado cansado o cansada como para preguntarte a ti mismo como estás, como para ver que tu mujer hoy tiene un peinado especial y está más guapa que ayer, o demasiado cansado como para ver que tu hijo   ha aprendido algo nuevo en el colegio hoy.  Vivimos en una falsa ilusión de comodidad demasiado peligrosa  e idiotizante. Cada pueblo se merece lo que tolera y nuestra indolencia nos hace tolerar  y tragar sin darnos cuenta.  Pero no está todo perdido, tenemos armas, tenemos libros, tenemos teatro, tenemos cine, tenemos gente despierta  que lucha para que tomemos nuestra vida en serio.  Para que tomemos la vida del otro en serio.   En definitiva, tenemos a gente despierta que lucha para que permanezcamos  juntos en esta interminable tormenta. Yo conozco a algunas de esas personas. Me inspiran, me acompañan en mi lucha, me recuerdan que tengo miedos por los que debo seguir escribiendo,  imaginando y creando. Ojalá con estas palabras pueda infundirte algo de determinación, de coraje , de arrojo , de responsabilidad  sobre tu propia vida, de amor sobre la vida del otro  y tal vez, sólo tal vez mañana podremos construir algo parecido a un futuro mejor. Que los Dioses nos ayuden.

A propósito de Los iluminados o notas al filo mismo de Dios…

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No es que Dios se haya olvidado de nosotros, es que nosotros  nos hemos olvidado de él. Lo hemos suplantado por un iphone.  En los albores de nuestra  humanidad  la espiritualidad era el centro del hombre. El hombre necesitó ritos para explicarse el mundo, la religión surgió como  tal,  más tarde, los ritos se convirtieron en sangre, lo que nació como un camino  de  autoconocimiento y  desarrollo espiritual,    se convirtió en dogma y ahí empezaron los problemas. El problema no es Dios, Yahvhe, Buda o  Sidharta , el problema es lo que los hombres han hecho con  su relación con lo  sagrado.  En nombre de tantos dioses del pasado se han cometido verdaderos genocidios,  que aún habiendo sido  acometidos en nombre de la religión,  paradójicamente lo que han conseguido  es  alejar aún más al hombre de su parte espiritual, sagrada y genuina. Si al principio  el centro del hombre era su espiritualidad, desarrollada a su vez a través del concepto tribal de grupo,  a lo largo de los siglos se ha ido sumando un nuevo centro hasta llegar al famoso Dios ha muerto, el dinero como  principio mismo del capitalismo. De la paulatina y sagaz sustitución de los ritos por los trueques,  hemos necesitados siglos para realizar este cambio que desde hace tiempo permanece en prácticamente la mayor parte de las sociedades occidentales.  Hemos cambiado las premisas.    Dios es la totalidad. Ahora, el dinero es la totalidad por lo que el dinero es Dios.  El signo de nuestro tiempo está en nuestras carteras, en una tarjeta de crédito. No hay rastro de Fé. Y no me refiero especialmente  al Dios cristiano, que también,  me refiero a la relación que desde el origen de la humanidad  se ha cultivado con lo espiritual del hombre, con lo sagrado.   ¿Qué pasa con lo sagrado en estos días?  ¿Qué tenemos en vez de eso?

Una generación de almas rotas y corazones envenenados  y oprimidos por un sistema que se resquebraja,   es aquí donde  el texto de los Iluminados empieza a construir su relato.  La obra nos presenta la vida de  4 personajes que intentan mantener su idealismo a flote, en mitad de una tormenta que  parece no terminar nunca.  Pero ¿cómo podemos reencontrarnos con lo sagrado  si en nosotros mismos está plantada la semilla de la indolencia y la incredulidad?  A mitad de camino entre la Fé y el autoengaño los personajes se encuentran con sus propios demonios a medida que avanza la obra.  Y es que  ya se sabe, cuando Dios te  roza la cara, el diablo te agarra del pie…

La indolencia como refugio…

Hay una falsa espiritualidad impostada y repleta de psicologismos baratos  que se empezó a gestar con la generación beat, allá en los años 50 norteamericanos. Ellos ya empezaron a hablar de algo que ahora está más exacerbado que nunca. Ellos ya nos hablaban desde la desesperación profunda de sentirse herederos de un sistema envenenado .  Eran conscientes  de esta falta de conexión con lo sagrado, y quizá por ello empezaron a tratar de desarollar nuevos puntos de vista amparándose desesperadamente en filosofías orientales mientras se metías 3 rayas de coca y  se ponían de opio.  Estaban demasiado tomados ya por la bruma narcótica del capitalismo, el veneno estaba ya en su sangre y se mimetizó en ellos con tanta fuerza que lo único que les quedaba era encender la mecha  y reventar, parafraseando a uno de los personajes de la obra.

Ante la imposibilidad de encontrar rastro de lo sagrado en  su interior , surge esa desconexión que desintegra al individuo y que le hace ciego a su alma, a su dolor y a sus carencias. Comienza entonces el camino de la indolencia y el alivio sistemático mediante las drogas o el sexo.  ¿Qué hacer con el vacío que habita en nosotros?¿Cómo llenarlo? ¿Cómo gestionar y entender lo carencial en cada uno de nosotros? Es increíble como occidente se ha esmerado tanto  para darnos placebos  y así  llenar esos agujeros en lo más profundo de nuestra alma.  Engordaremos como vacas, y un buen día  reventaremos de tanto engordar…y simplemente se acabó. Gracias a todo el equipo de Los Iluminados por hacerme partícipe de este hermoso viaje dentro del alma humana.

He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles, negros al amanecer buscando una dosis furiosa, cabezas de ángel abrasadas por la antigua conexión celestial al dínamo estrellado de la maquinaria de la noche, quienes pobres y andrajosos y con ojos cavernosos y altos se levantaron fumando en la oscuridad sobrenatural de los departamentos con agua fría flotando a través de las alturas de las ciudades contemplando el jazz.
Quienes expusieron sus cerebros al Cielo, bajo El y vieron ángeles Mahometanos tambaleándose en los techos de apartamentos iluminados.
Quienes pasaron por las universidades con ojos radiantes y frescos alucinando con Arkansas y la tragedia luminosa de Blake entre los estudiantes de la guerra.
Quienes fueron expulsados de las academias por locos por publicar odas obscenas en las ventanas del cráneo.
Quienes se encogieron sin afeitar y en ropa interior, quemando su dinero en papeleras y escuchando el Terror a través de las paredes.
Quienes se jodieron sus pelos púbicos al volver de Laredo con un cinturón de marihuana para New York.
Quienes comieron fuego en hoteles coloreados o bebieron trementina en Paradise Alley, muerte, o purgaron sus torsos noche tras noche con sueños, con drogas, con pesadillas despiertas, alcohol y verga y bolas infinitas, ceguera incomparable; calles de nubes vibrantes y relámpagos en la mente saltando hacia los polos de Canadá y Paterson, iluminando todas las palabras inmóviles del Tiempo, sólidos peyotes de los vestíbulos, amaneceres en el cementerio del árbol verde, ebriedad del vino en los tejados, puestos municipales el neón estridente luces del tráfico parpadeantes, vibraciones del sol, la luna y los árboles en los bulliciosos crepúsculos de invierno de Brooklyn, estrepitosos tarros de basura y una regia clase de iluminación de la mente.
Quienes se encadenaron a sí mismos a los subterráneos para el viaje infinito desde Battery al santo Bronx en benzedrina hasta que el ruido de las ruedas y niños empujándolos hacia salidas exploradas estremecidas y desiertos golpeados de cerebros absolutamente secos de esplendor en la melancólica luz del Zoo.
Quienes se hundieron toda la noche en la luz submarina de Bickford’s emergidos y sentados junto a la añeja cerveza después del mediodía en el desola’do Fugazzi’s, escuchando el crujido del destino en la caja de música de hidrógeno.
Quienes hablaron setenta horas seguidas desde el parque a la barra a Bellevue al museo al Puente de Brooklyn, batallón perdido de conversadores platónicos bajando de espaldas las escaleras de escape de los alfeizares del Empire State lejos de la luna, gritando incoherencias, vomitando susurrando hechos y recuerdos y anécdotas y patadas en la bola del ojo y traumas de hospitales y cárceles y guerras, intelectos enteros disgregados en amnesia por siete días y noches con ojos brillantes, carne para la Sinagoga arrojada al pavimento.
Quienes se desvanecieron en ninguna parte de Zen New Jersey dejando un reguero de ambiguas postales ilustradas de Atlantic City Hall, sufriendo sudores orientales y artritis Tangerianas y jaquecas de China bajo la basura en las salas sin muebles de Newark.
Quienes dieron vueltas y vueltas en la medianoche por el patio de trenes preguntándose adónde ir, y fueron, sin dejar corazones rotos.
Quienes prendieron cigarrillos en vagones traqueteando por la nieve hacia granjas solitarias en la noche del abuelo.
Quienes estudiaron a Plotino, Poe, San Juan de La Cruz, telepatía y cábala debido a que el cosmos instintivamente vibraba en sus pies en Kansas.
Quienes solos por las calles de Idaho buscaban ángeles indios visionarios que fueran ángeles indios visionarios.
Quienes pensaban que sólo estaban locos cuando Baltimore destellaba en éxtasis sobrenatural.
Quienes saltaron a limusinas con el Chinaman de Oklahoma impulsados por la lluvia de los pequeños pueblos a la luz callejera de la medianoche del invierno.
Quienes haraganeaban hambrientos y solos por Houston buscando jazz o sexo o sopa, y siguieron al brillante español para conversar sobre América y la eternidad, una tarea sin esperanza, y tomaron un barco para Africa.
Quienes desaparecieron en los volcanes de México dejando tras suyo nada excepto la sombra del estiércol y la lava y la ceniza de la poesía quemada en Chicago.
Quienes reaparecieron en la Costa Oeste investigando el F.B.I. en barbas y pantalones cortos con grandes ojos pacifistas atractivos en su oscura piel entregando incomprensibles folletos.
Quienes se quemaron sus brazos con cigarros encendidos protestando contra la bruma narcótica del tabaco del Capitalismo.
Quienes distribuyeron panfletos supercomunistas en Union Square sollozando y desvistiéndose mientras las sirenas de Los Alamos los deprimían, y se deprimía Wall, y el ferry de Staten Islan también se deprimía.
Quienes rompieron a llorar en blancos gimnasios desnudos y temblorosos frente a la maquinaria de otros esqueletos.
Quienes mordieron detectives en el cuello y chillaron con placer en autos policiales por no cometer un crimen salvo su propia pederastia salvaje y su intoxicación.
Quienes aullaron de rodillas en el metro y fueron arrastrados por el techo ondeando sus genitales y manuscritos.
Quienes permitieron ser penetrados por el ano por virtuosos motociclistas, y gritaron con alegría.
Quienes chuparon y fueron chupados por aquellos serafines humanos, los marineros, caricias del amor Atlántico y Caribeño.
Quienes eyacularon en la mañana en la tarde en jardines de rosas y en el pasto de parques públicos y cementerios esparciendo su semen libremente a quienquiera que llegara.
Quienes hiparon sin cesar tratando de reír pero se torcían de llanto detrás de un cubículo de un Baño Turco cuando el ángel rubio y desnudo venía a atravesarlos con una espada.
Quienes perdieron a sus amantes por las tres viejas musarañas del destino, la musaraña tuerta del dólar heterosexual, la musaraña tuerta que hace guiños fuera del útero y la musaraña tuerta que no hace nada sino sentarse en su trasero y corta las hebras doradas intelectuales del vislumbre del artesano.
Quienes copularon extáticos e insaciables con una botella de cerveza, un novio, un paquete de cigarrillos, una vela y se cayeron de la cama, y continuaron en el suelo y por los pasillos y terminaron desmayándose en la pared con una visión del último coño y llegaron a eludir el último atisbo de conciencia.
Quienes endulzaron las conchitas de un millón de chicas temblorosas en el ocaso, y tenían los ojos rojos en la mañana pero preparados para endulzar las conchitas del sol naciente, destellantes traseros bajo los establos y desnudos en el lago.

Ahullido Allen Ginsberg