Chéjov sabía que vivir tenía su aquel. En las tres hermanas la vida pasa a través de sus corazones como un tren de mercancías descontrolado, cuando el tiempo es un ladrón de sueños implacable y los deseos envenenan el alma nos mordemos las ganas amar, las ganas de soñar, las lágrimas, las risas y después de este ritual, calmamos el corazón. Y la vida sigue hacia delante interminable, gloriosa y tan bella que desgarra el alma. Irina, Masha y Olga lo sabían. Lermóntov lo sabía al apretar el gatillo, Chéjov lo sabía cuando paseaba por Sajalín, Tolstoi lo sabía, Tarkovski también lo sabía mientras montaba Sacrificio postrado en la cama de un sucio hospital, mientras un cáncer implacable le arrebataba la vida. Lo cierto es que la estepa Rusa estaba llena de hombres y mujeres valientes.
Si hay algo que tengan en común estos hombres y mujeres valientes sin duda es el don de ver el alma humana con precisión, humanidad, humor, misterio, y respeto. Entre por supuesto muchísimas más cosas. Es esa mirada rusa capaz de trabajar directamente sobre lo invisible lo que sobrecoge y atrapa. Es hora de agradecer la valentía y el trabajo duro de estos hombres y mujeres. Ojalá que lo que ellos hicieron en la tierra inspire nuestros corazones y nuestro trabajo por siempre.
Sé que lo volveré a soñar de nuevo,
Todo se repetirá, todo reencarnará,
Y usted soñará todo lo que yo soñé.
La ola una y otra vez golpea la orilla
Y en ella hay estrellas, personas, pájaros,
Realidad, sueño y muerte… en la ola eterna.
La vida es el mayor de los milagros.
Solo, como un huérfano, en él yo vivo.
Solo, entre espejos, cercado por reflejos
De mares y ciudades, vivo en la embriaguez
Arseni Tarkovski