Notas sobre el artículo de Óscar Cornago, «Yo en el futuro, de Federico León; 
Un ensayo de filosofía escénica»….

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El investigador teatral  nos detalla la relación existente entre el concepto de repetición que manejaba el post-estructuralista Deleuze y la obra del artista contemporáneo Federico León.

En la obra de Federico león se utiliza reiteradamente  el metateatro para explicar  el suceso escénico como una sucesión de repeticiones  infinitas en cuya cadena se ve inmiscuido el espectador necesariamente. La propuesta del director argentino  se abre con una  mujer vestida de época tocando el piando mientras   son proyectadas  varias imágenes sugiriéndonos relaciones y momentos de distintos tipos. A continuación entran a escena dos ancianos y dos niños. Éstos tratan de explicar a los niños el funcionamiento del  ritual al que están acudiendo(el ritual de mirar) la mirada de los niños es nueva y no entienden. Por ello los ancianos les “guían” durante toda la obra en el acto de mirar. Es a la vez el espectador el que también mira algo que ya  ha sido  mirado. El hecho mismo de  congregarse juntos en un mismo espacio para hacer algo preestablecido es ya en sí ritual, como si de la vida misma se tratara Federico León nos propone un viaje a nuestros rituales más íntimos y familiares. ¿Quién nos ha enseñado a mirar y qué nos ocurre? Lo que vemos en el escenario son las reacciones que tienen los actores al  mirar, lo que les ocurre por dentro mientras realizan el ritual propuesto por los que estuvieron en la tierra antes que nosotros y que para bien o para mal nos dieron una mirada concreta y a veces, impuesta.  En esta imposición de la mirada ajena y se supone legitimada por lazos familiares , existe una violencia intrínseca. Federico león a través de su propuesta nos habla de esta confrontación entre la propia mirada y la del Otro.  El Otro nos confronta y construye con su mirada constantemente. En este peculiar espacio escénico los  actores no actúan,   señalan  la teatralidad de las acciones y rompen la ficción de manera explícita, recurso propio del posmodernismo y que a su vez nos remite directamente a Brecht y su distanciamiento crítico.  Al romper la ficción nos distanciamos de lo ocurrido para valorarlo desde un mirada más poliédrica. No deja de ser paradójico como en ocasiones el distanciamiento crítico producido como consecuencia de la ruptura de la representación  nos hace acercarnos más  a la propuesta del argentino.

Cornado hace hincapié en  el concepto de repetición esbozado por  Deleuze. Todo es igual pero diferente. Todo lo sucedido en escena  y lo que va a suceder  son repeticiones en potencia y en acto.  La repetición lo absorbe todo,  en el único momento que podemos escapar de este eterno retorno nietzscheano es al final de la obra, cuando todas las imágenes proyectadas pasan a cámara rápida sugiriendo que el propio final de esta cinta de mohecías  empieza con la naturaleza efímera de la vida misma.

Sin duda la mirada del investigador en este artículo en clave de ensayo filosófico apunta constantemente al concepto de repetición apoyándose en Delegue y Nietzsche. Cornado se limita a exprimir el  corpus filosófico de la propuesta del argentino, que sin duda lo tiene. En mi opinión pasan  inadvertidos detalles técnicos más específicos como  la iluminación el sonido, la dirección, interpretación etc. Creo que todos estos apartados son esenciales a la hora de  valorar una propuesta teatral, todo ello nos permite poder estudiarla con más equidad y de una manera más completa e integral. Por supuesto en ningún caso esta visión integral debe obviar el corpus filosófico de la obra que tendría más que ver con la dirección escénica que con la propia filosofía en sí misma. El artículo de Cornago es un tratado excelente, académico, brillante  enfocado a la teoría de la repetición escénica y que pretende poner en entredicho el concepto de representación. Más cerca de la performance contemporánea,  la propuesta del argentino roza estas nuevas y últimas tendencias escénicas que pretenden poner en entredicho precisamente el mismo  acto de  representar. No teniendo en cuenta  el poder de lo simbólico y  la fuerza transformadora/sagrada  que  se otorgó al teatro desde Grecia. Revisando la poética de Aristóteles encontramos que en la repetición esta el arte de la interpretación.  La mímesis sirve al hombre de herramienta de aprendizaje y los límites encontrados en el acto de imitar potencia la creatividad originando  y creando lo que conocemos como representación escénica.    Actualmente  existe una gran línea de artistas/dramaturgos/performers de última generación dentro de los cuales se encuentra situado Federico León que abogan y sugieren  que la representación tal y como se conoce ha dejado de ser eficaz.  Según Bauman los grandes relatos ya han caído según,  y occidente pierde eficacia simbólica. Las historias  como antes las hemos conocido se caen, se rompen. La narrativa occidental se fragmenta dando lugar a nuevas formas, a nuevos problemas y a nuevas miradas.  Desde los años 60 ya las performances trataban el tema de la   validez de la representación. Todos nos preguntamos si siguen   siendo válidas las representaciones escénicas actuales sin que haya criterios    claros y definidos sobre los detalles de la ejecución de esa labor artística concreta.  Claro que bien es cierto que   las influencias del capitalismo    originan constantemente producciones artísticas desastrosas y cuyo objetivo  es vender el mayor número de entradas posibles en vez de construir y transmitir historias. Y frente a estas tendencias tendemos a pensar que la representación misma ha muerto, como la representación no ha sido eficaz hay que destruir el relato y la narrativa y buscar nuevas formas, en vez de nuevos procesos que permitan que la representación se efectiva, transformadora y liberadora. Es decir le echamos la culpa al concepto de representación , a lo teatral. Y frente a esto se ha enarbolado una masiva tendencia a la performance  y a un nuevo teatro originando propuestas artísticas que no hablan de nada, sin concretismo, con abstracción y  eliminando a los  personajes. En definitiva Óscar  Cornago nos ofrece una mirada filosófica sobre la propuesta  escénica de Federico León. para  ello elabora asociaciones concretas y muy lógicas sobre  el concepto de repetición de los post-estructuralistas y la propia obra, obviando en demasía aspectos técnicos/artísticos  fundamentales y necesarios para ofrecer una visión global e integradora.