Resulta extraño, mágico y nostálgico recuperar esas razones, esos motivos y esos sentimientos que me impulsan a seguir en los escenarios. Ayer asistí a una muestra de 4º curso de interpretación de la escuela a la que pertenezco. Había olvidado ese amor al trabajo, esa responsabilidad para con el público y uno mismo. Lo tenía completamente olvidado. Realmente me parece un milagro poder encontrar esos pequeños refugios, sobre todo en estos tiempos, donde realmente el ser humano comienza a cobrar sentido, comienza a preguntarse, comienza nuevas búsquedas y extraños viajes. Había leído a Lorca, pero ayer me fui del teatro con la sensación de no haber entendido nada de su obra, era algo completamente nuevo, estaba desnudo y con miedo frente a lo que me estaban contando y agradecí el arrojo de los actores, la disciplina y la valentía de aquellos desconocidos. Me fui del teatro y pensaba mientras paseaba por la ciudad que tal vez no este todo perdido, y que tal vez nos queden historias que contar, historias que vivir y viajes por emprender. Tal vez el teatro sirva para algo, no me refiero a cambiar el mundo, me refiero a comprendernos mejor, aprender y conocernos a nosotros mismos lo suficiente como para comprender al otro. Un camino hacia la comprensión, el aprendizaje y la honestidad. Gracias a aquellos desconocidos. Gracias por ese ejercicio de valentía y ese inconformismo, gracias a Isabel García Lorca por asistir a esta experiencia, gracias a los magníficos pedagogos que con todo su esfuerzo, amor y dedicación hacen que la magia del teatro nos toque de nuevo. Es necesario en estos tiempos. Gracias por hacernos comprender que el viaje no ha hecho más que comenzar…